Cada tanto hago cosas para sacar de quicio a Mabel, como planear mi baño a conciencia para que quede tiempo libre para que la crema de enjuague actúe o tararear como una tilinga feliz el cuán-cuán de Claro cuando lo pasan por la radio.
Y, entonces, viene el karma y me pega una patada en el orto y me enamoro. Y Mabel se acomoda en su asiento con su sonrisa cínica y encarga una docena de empanadas de humita.
lunes, 11 de enero de 2010
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Decimeló, decimeló... Esperá que me siento. Ahora sí: decimeló.